Y puede que hayan pasado ya meses, pero todo sigue igual. Me han sorprendido algunos cambios nimios que a ojos locales no son demasiado relevantes: un nuevo edificio, una tienda que ha cambiado, un nuevo color en la fachada.. Lo bueno de esta ciudad es que no cambia lo suficientemente rápido como para sentirse fuera de lugar al pasear por sus calles, sin embargo, el vernos estancados en esta quietud hace que nos demos cuenta de que nuestras pequeñas vidas sí que han cambiado. Me sigue gustando pasear por las calles, mirar aquí y allá, pero me resulta extraño cada vez saludar a menos viandantes, no reconocer caras, sentirme un poco como una turista desarraigada. No es que el olvido sea algo inevitable, lo que es más, lo siento como algo necesario. Confundimos nombres, procedencias y relaciones. Necesitamos apuntes, notas y tiempo para rememorar aquellos momentos, aquellos sentimientos que, en otros años, en otras vidas, fueron tan intensos.
Al leer viejas cartas, o en estos tiempos modernos, antiguos correos electrónicos, la nostalgia renace con mucha mas fuerza haciéndonos sentir de nuevo un escalofrío. Incluso nos hacen volver a reír o llorar. No es algo recomendable para recelosos del paso del tiempo. Lo que fue tan intenso que llegó a hacernos daño, ahora se difumina entre los retazos de otros tiempos, de otras personas, de otros sentimientos. Quizás no sea buena idea leer demasiado esos recortes de nuestra propia historia. Por todos es sabido que la historia se repite. Esto nos hace temer que lo que ahora sentimos dentro de un tiempo posiblemente también esté escondido hasta que, alguna de esas cartas, sea de nuevo leída. Ser consciente de que lo que ahora vivimos quizás en unos años carezca de relevancia, ¿hace que nuestra vida actual tenga menos intensidad?.
Mejor dejar las viejas cartas entre los recortes y postales. Mejor sólo leerlas cuando las circunstancias nos hagan dudar de nuestra propia fuerza.
Y al final todo sigue igual 18 oct 2007
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