Después de este largo verano de preparativos, el pasado fin de semana me he reunido con algunos de los compañeros que , al igual que yo, van a disfrutar de una beca ICEX en algún punto del globo, unos más cerca y otros más lejos. Durante el curso que tuvimos que realizar durante el pasado mes de Junio y dos calurosas semanas del mes de Julio, en las clases, en las comidas campestres de la Escuela de Industriales, en las noches de fiesta en la capital, he descubierto que quizás muchos de nosotros hemos acabado encontrándonos en esta beca porque nuestras intenciones son similares, porque vemos la vida de forma parecida, porque somos capaces de aguantar 8 horas de autobús sin rechistar para encontrarnos en un punto lejano (el punto lejano puede ser Granada y los resistentes viajeros ,el comando leonés).
Lo peor sin duda han sido las largas horas de autobús, las posiciones incómodas en las que tenía que colocar mi cuello para dar una cabezadita, la gente que gritaba cuando necesitaba dormir, la cola que se forma a las 8 de la mañana en la entrada de la Alhambra.
El viernes por la mañana lo puedo resumir en kilómetros y kilómetros de autovía, los que separan las ciudades de León y de Granada. Tiempo de viaje: salida de León a las 7.30 de la mañana y llegada a Granada a las 16.30 (me canso solo de pensarlo). Pero mereció la pena.
Lo peor de una visita tan corta es que se intenta aprovechar el tiempo al máximo , consecuentemente se prescinde de horas básicas para actividades como dormir o simplemente descansar. El sábado fue uno de esos días en los que te parece haber vivido demasiado a lo que normalmente se vive en 24 horas. Después de una larga noche de fiesta que se alargó hasta las 6 de la mañana, despertarse a las 7.30 para ir a la Alhambra a conseguir entradas para ese mismo día, digamos que puede ser un poco duro, pero con café y buena compañía la espera no es tan larga, aunque el cuerpo se resienta.
La visita a la Alambra mereció la pena a pesar del cansancio, estuvimos unas cuatro horas visitando palacios, jardines y paseos. Todo digno de ver y de recordar. El hambre pudo con nosotros y sobre las 7 de la tarde era el estómago el que guiaba nuestros pasos. Después de comer-cenar la visita a las tiendas “árabes” era obligada. Un para de horas después, cansadas de regatear y de sentirnos, porqué no decirlo, un poco estafadas, volvimos a nuestros apartamentos para intentar descansar, pero fue sólo eso, un intento.
La noche, en principio se presentaba divertida, pero el cansancio poco a poco iba pudiendo conmigo, los ojos se me iban cerrando y el calor de la habitación me estaba durmiendo. Decidí subir a la terraza a tomar el aire e intentar despejarme. Y allí estaba de nuevo la Alhambra ,pero esta vez iluminada, reluciente y rodeada de estrellas. Una vista única. Allí me quedé bebiendo y mirando , pensando en todo y en nada, hasta que el frío pudo conmigo y me volví con el resto.
Esa noche no fue como otras, y todo gracias a nuestros anfitriones. Reconozco que no sé nada de flamenco, del cante y del baile , pero simplemente me gusta. Al principio me resultaba demasiado extraño estar metida en medio de un "sarao" como aquel, palmeando y dejándome llevar por el ritmo.
Y esas manos moviéndose al compás, esos brazos tendidos al aire, curvándose con la música y haciéndote sentir todo intensamente. Ojos ahumados y labios rojos.
El domingo era ya día de despedidas: “Buen viaje..”, “Disfruta y pásalo muy bien...”,”Prometo una visita..”. Supongo que a muchos de mis compañeros no les veré durante este año, la distancia en algunos de los casos es demasido grande, pero nunca se sabe dónde nos volveremos a encontrar. Quizás de nuevo bajo la Alhambra, a la luz del alba, cansados pero con ganas de repetirlo de nuevo.
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